Mitos y Leyendas guatemaltecas

jueves, 13 de septiembre de 2012

Museos de Guatemala

El Paseo de los Museos es una ruta cultural creada por un acuerdo entre la Universidad de San Carlos de Guatemala y Hotel Casa Santo Domingo. Se trata de una ruta que permite visitar los museos instalados en lo que fue la iglesia y convento de Santo Domingo y el Colegio Santo Tomás de Aquino. Durante la época de la dominación española estos lugares constituyen una sola unidad antes de ser renovado por el alojamiento de nuestro hotel. El Museo Colonial contiene obras producidas durante los siglos XVI, XVII y XVIII, y el comienzo del siglo XIX. Incluye pinturas religiosas, piezas de plata, tales como atriles, coronas y cálices. Encantadoras esculturas de maderas nacionales también están en exhibición. El Museo Arqueológico exhibe cerámica y objetos de piedra, como figuras femeninas, vasos, platos, cuencos, jarrones, hachas ceremoniales y yugos que en su mayoría corresponden al periodo Clásico (200-900 dC) de la cultura maya. También cuenta con una colección de jarras de cerámica colonial que fueron utilizados para almacenar granos o líquidos. El Museo de Arte Precolombino y Vidrio Moderno ofrece una muestra comparativa de objetos prehispánicos fabricados en cerámica y piedra y otras piezas de vidrio recientes. Es verdaderamente un espectáculo digno de ver y no se puede desaprovechar. El salón de Augusto Quiroa y el Salón del Artista, se dedican a grandes exposiciones artísticas temporales. El Arte Popular de Sacatepéquez y el Museo de Artesanías, contienen muestras de las tradiciones artesanales de las personas de esta región, como la loza vidriada, cerámica pintada, hierro forjado, velas, carpintería y ebanistería. El Museo de Farmacia tiene muebles que pertenecieron a la Farmacia Oriental de la Ciudad de Guatemala, realizado a finales del siglo XIX, así como piezas de porcelana, mármol, vidrio y bronce que formaban parte de colecciones privadas y fueron utilizados una vez para mantener los productos médicos. Otras áreas de interés incluyen el entierro y las criptas de vigilia entre las cuales la Cripta del Calvario es excepcional, ya que tiene una extraordinaria escena de la crucifixión realizada en estuco policromado y fechado en 1683. El Paseo de los Museos es una creación sin precedentes y ofrece al visitante una experiencia de la cultura que se ha conservado en los pasillos de este hotel maravilloso.

viernes, 27 de julio de 2012


El chirrido de las viejas persianas anunció la llegada de don Renán Torreblanca,  a la cantina de don Mercedes, en el chapinísimo sector de la Calle de las Túnchez, de la capital guatemalteca.

El olor al fermento del aguardiente le llegó abriéndole más la gana del trago cotidiano. Don Renán era un hombre taciturno, llegaba a menudo al estanco de nuestro relato y, siempre apartado de los parroquianos se sentaba alejado en una mesa del fondo.

Desde que llegaba los comentarios no se hacían esperar por parte de quienes lo observaban.   —No me lo van a creer pero don Renán es un hombre raro, con estos ojos que algún día se comerán los gusanos, lo he visto desaparecer de mi vista.
El que hablaba era un obeso carpintero que cumplía con las órdenes de Baco, en el estanco.
—Eso sí que no te lo creo vos; porque eso sólo se lee en las novelas —respondió el amigo, agregando —solo viendo lo creería.
El olor a las fritangas invadía el espacio y las risotadas apagaban los comentarios. Don Mercedes con su limpiador al hombro y su gabacha, departía con sus clientes mientras les servía las tandas.
— ¡Tanda servida, tanda pagada! Repetía el cantinero, agregando —Para evitar clavos posteriores.
Todos celebraban la puntada con una sonora carcajada.
Don Mercedes se fue acercando a la mesa del carpintero y el amigo que le acompañaba. Al calor de los tragos el tema era don Renán, que lejano de los comentarios, tomaba una copa lejos del grupo.
—Yo sí que no creo en esas cosas, pero ya son varios los que han visto desaparecer a don Renán —agregó el cantinero.

— ¿Y qué le han contado don Mercedes?
—Bueno, no es que yo sea chismoso, pero la vez pasada, justamente donde están ustedes sentados, estaba tomando el finado Félix, ya estaba un tanto borracho, cuando salió atrás de don Renán.

Al poco tiempo regresó todo asustado gritando y diciendo que había visto palpablemente cómo don Renán había desaparecido ante su vista. Con decirles que la gran soca se le fue del puro susto, pero yo lo atribuí a los tragos que don Félix se había tomado.

El carpintero, un tanto más curioso, trataba de persuadir al cantinero para que le hiciera la lucha de sacarle en plática a don Renán cómo estaba el asunto, pero aquel hombre raro y solitario no soltaba prenda. Finalmente, el cantinero indicó que trataría de hablar con el hombre, pero que por favor hablaran más quedito porque podía escuchar el comentario que de él se hacía.

Así las cosas y los días, don Renán continuaba llegando al estanco de una Guatemala que ya se fue para no volver, con sus calles empedradas y carruajes realeros. Aquella tarde la calle de las Túnchez parecía más animada, los trenes de mulitas con carbón procedentes de Palencia, así como los arrieros hacían más escándalo que de costumbre, pregonando el carbón y las cargas de leña.

En la cantina “La Copa de Oro” el bullicio no se hacía esperar. Una vez más el chirrido de la persiana anunció la llegada de don Renán. Solicitó don Meches, el cantinero, fue hasta la mesa de nuestro personaje para ofrecerle su servicio.
— ¿Qué tal don Renán, cómo lo trata la vida? Saludó el cantinero muy sonriente. Don Renán sin verle a los ojos le respondió:
—Pues como lo ve, don Meches, trabajando duro y dando la vuelta por aquí para relajarme un poco, porque no todo es trabajo en esta vida.
El cantinero, mientras limpiaba la mesa, le respondió: —En eso sí que tiene razón, pero lo veo tan solitario siempre, sin amigos, sin quien lo acompañe en su mesa y por eso mi pregunta: ¿porqué tan solitario y sin compartir? 

—cuando escuchó esto, don Renán lo fulminó con la mirada, respondiendo:

—La verdad es que uno tiene que escoger a sus amigos y no alternar con cualquiera. —El cantinero se sintió mal por la pregunta indiscreta y como para ablandar el momento sugirió:
—Bueno, disculpe una vez más, no volveré a preguntar nada y me dirá que le sirvo.
Ahora don Renán fue el que sonrió sarcásticamente, respondiendo:
—Lo de siempre, don Meches… lo de siempre…
No cabe duda que la pregunta cayó como balde de agua fría y el cantinero se retiró muy cortésmente de la mesa de don Renán simulando una sonrisa.
Al poco tiempo don Renán abandonó la cantina rumbo a la calle, sin despedirse de nadie. En ese momento el cantinero fue llamado por los parroquianos que ocupaban la mesa del carpintero. Fue éste el que preguntó cómo le había ido con don Renán.
—Pues verán, pero a este hombre no se le saca nada; es más, como que se mosqueó cuando quise llegar al meollo del asunto y mejor me quedé callado porque prefiero mantener un cliente que perderlo. 

El carpintero sorbió la copa de licor y chupó un poco de limón para luego concretar:

—A mí se me está afigurando que el tal don Renán hasta puede ser alma de la otra vida. —Hoy sí que me hizo reír, los espantos no chupan, sólo espantan. —acotó el cantinero.
La carcajada fue generalizada en la mesa, todos sacaron chiste de la puntada.
—Bueno, tienen razón, don Renán es como nosotros, de carne y hueso, pero yo hasta no ver no creer como dijo Santo Tomás.
Un hombre bajito de abdomen prominente y gran bigote, se acercó a la mesa y pidiendo disculpas por meterse donde no lo llamaban, habló con aire de conocimiento en la materia:
—Pues verán, yo he leído un mi poquito, soy tan tonto como puedan creer, pero según los entendidos en la materia hay personas que desaparecen porque su cuerpo astral se los permite, es decir, tienen dos cuerpos, el astral y el físico.
Un tanto incrédulo don Mercedes atacó de nuevo al que hacía el comentario:
—Barajéemela más despacio, por favor y cuénteme que esto está mero interesante. —Ahora el hombre bajito y barrigón se sentó sin pedir permiso y principió a explicar el fenómeno:
—Bueno, como les decía, hay personas que tienen esa virtud: es decir, la de tener dos cuerpos: el astral y el físico que todos tenemos, y estas personas, sin quererlo, se manifiestan muchas veces en dos sitios a la vez. A esto los conocedores en la materia le llaman “Bilocación” y otros le llaman “fantasmas vivientes”. Yo creo que en esa fase está don Renán.
Por cuenta de la casa, don Mercedes le sirvió un trago al hombre bajito, mientras comentaba en voz alta:
—Hoy si me la pusieron difícil y créanme que ya me está dando miedito, porque don Renán a veces se queda aquí hasta que cierro el negocio y su mirada profunda y rara lo pone a uno en el avispero.
Alguien gritó desde el fondo que solicitaba bocas para mesa cinco y don Mercedes tuvo que abandonar al grupo. Mientras tanto, uno del grupo comentó que el caso de don Renán era realmente extraño, muy extraño y que era primera vez en su vida que escuchaba un comentario de los espantos vivos. Aquella mesa daba justamente a la punta del mostrador, muy cerca de la barra, desde allí don Mercedes hizo otro comentario como para extender la charla.
—Bueno, pues desde hoy en adelante lo voy a controlar más de cerca porque ustedes ya me pusieron en qué pensar. Imagínense uno hablando con un muerto. ¡Dios me guarde! Es capaz que caigo muerto del susto, pero ya se han dado casos y por eso no hay que creer ni dejar de hacerlo. Y explicado el asunto como lo hace aquí el señor pues hombre, hay mucho de raro en el caso.
El ayudante de don Mercedes mientras limpiaba unos vasos, comentó desde lejos:
—Lo mejor sería seguirlo la próxima vez, regularmente el viernes es cuando se echa sus capirulazos más de la cuenta y se va un poco tarde. Es cuestión que dos valientes se pongan de acuerdo y seguirlo para salir de dudas; eso sí, háganlo ustedes porque lo que soy yo, por baboso.
Invitaron a don Mercedes para formar el dúo que seguiría a don Renán, pero éste con toda educación rechazó la oferta, aduciendo que el negocio lo tenía que atender y más aún tratándose del día viernes, que era cuando más gente llegaba.
Llegó el día viernes esperado, que lamentablemente lucía gris y la lluvia a manera de temporal arreciaba y después continuaba con una llovizna pertinaz. La cantina lucía desierta porque la lluvia había caído durante todo el día. En ese momento entró don Renán, con más borrachera que alegría, un tanto platicador, lo cual era raro en él.

—Qué bueno verle por aquí, don Renán, ya sé, le servimos lo mismo de siempre. —Pero como ya se indicó, don Renán iba dos que tres entre pecho y espalda, respondiendo en el acto con voz aguardentosa:
—Así me gusta don Mercedes, que atienda y que no haga preguntas. ¿Pero qué me cuenta don Mercedes?

—Pues aquí como lo ve, espantando moscas porque con la lluvia se pone silencio, pero así es el negocio.
Mientras la lluvia arreciaba, los otros dos hombres entraron al establecimiento. En tanto don Renán se fue al fondo, a la misma mesita para tomarse solo el trago. Así pasaron dos horas y finalmente el hombre de nuestra historia como pudo se levantó, pagó la cuenta y se retiró.

Fue el momento en que don Mercedes cerró el establecimiento y siguió los pasos de don Renán en compañía de los dos hombres que deseaban salir de dudas en torno al inexplicable caso de don Renán.

El hombre daba la impresión que caería de un momento a otro debido a la gran borrachera que llevaba, los dos hombres le seguían muy de cerca. Don Renán para acortar camino se introdujo por un predio baldío para salir a la otra calle. Los curiosos se quedaron apreciando la escena entre unos matorrales; era imposible perderle de vista ya que ellos lo tenían a pocos metros de distancia.
De pronto fue el carpintero el que asombrado gritó: — ¿Pero qué es lo que veo, Dios mío?
El acompañante por poco y se va de esta vida al ver cómo don Renán desaparecía ante sus ojos.
— ¡Una vez más don Renán ha desaparecido ante la vista de nosotros! —agregó el compañero, más pálido que un muerto. Los hombres se quedaron de una pieza, asombrados ante lo que miraban. A don Renán parecía como que si se lo hubiera tragado la tierra y todo quedó en silencio. Cuando se recuperaron corrieron rumbo a la cantina, que ya estaba cerrada. Llegaron jadeantes y fue el carpintero el primero que habló.

¡Si no lo hubiera visto no lo creo, pero ahora sí estoy seguro que don Renán es alma de la otra vida!
Después de un silencio prolongado donde los tres hombres sólo se miraban las caras, se escuchó que alguien tocaba puerta. Nadie tuvo el valor de abrirla, pero finalmente fue el cantinero quien tomó la iniciativa de hacerlo. El susto fue mayúsculo, así como el grito de espanto que el hombre emitió asustando a sus compañeros.

Cuando se hubo repuesto y ante la insistencia del hombre de tocar la puerta preguntó: — ¡Sos de esta o de la otra, en qué penas andás…! —Mientras tanto don Renán desde afuera les gritó:
¡Qué penas ni que ocho cuartos, con esta ya son tres veces las que socado me voy entre la zanja y quiero un trago porque me estoy muriendo del frío…!
Tomado del libro “Leyendas de vivos, espantos y aparecidos” del autor Héctor Gaitán.
                                               

viernes, 20 de julio de 2012

El Hombre Invisible


El chirrido de las viejas persianas anunció la llegada de don Renán Torreblanca,  a la cantina de don Mercedes, en el chapinísimo sector de la Calle de las Túnchez, de la capital guatemalteca.

El olor al fermento del aguardiente le llegó abriéndole más la gana del trago cotidiano. Don Renán era un hombre taciturno, llegaba a menudo al estanco de nuestro relato y, siempre apartado de los parroquianos se sentaba alejado en una mesa del fondo.

Desde que llegaba los comentarios no se hacían esperar por parte de quienes lo observaban.   —No me lo van a creer pero don Renán es un hombre raro, con estos ojos que algún día se comerán los gusanos, lo he visto desaparecer de mi vista.
El que hablaba era un obeso carpintero que cumplía con las órdenes de Baco, en el estanco.
—Eso sí que no te lo creo vos; porque eso sólo se lee en las novelas —respondió el amigo, agregando —solo viendo lo creería.
El olor a las fritangas invadía el espacio y las risotadas apagaban los comentarios. Don Mercedes con su limpiador al hombro y su gabacha, departía con sus clientes mientras les servía las tandas.
— ¡Tanda servida, tanda pagada! Repetía el cantinero, agregando —Para evitar clavos posteriores.
Todos celebraban la puntada con una sonora carcajada.
Don Mercedes se fue acercando a la mesa del carpintero y el amigo que le acompañaba. Al calor de los tragos el tema era don Renán, que lejano de los comentarios, tomaba una copa lejos del grupo.
—Yo sí que no creo en esas cosas, pero ya son varios los que han visto desaparecer a don Renán —agregó el cantinero.

— ¿Y qué le han contado don Mercedes?
—Bueno, no es que yo sea chismoso, pero la vez pasada, justamente donde están ustedes sentados, estaba tomando el finado Félix, ya estaba un tanto borracho, cuando salió atrás de don Renán.

Al poco tiempo regresó todo asustado gritando y diciendo que había visto palpablemente cómo don Renán había desaparecido ante su vista. Con decirles que la gran soca se le fue del puro susto, pero yo lo atribuí a los tragos que don Félix se había tomado.

El carpintero, un tanto más curioso, trataba de persuadir al cantinero para que le hiciera la lucha de sacarle en plática a don Renán cómo estaba el asunto, pero aquel hombre raro y solitario no soltaba prenda. Finalmente, el cantinero indicó que trataría de hablar con el hombre, pero que por favor hablaran más quedito porque podía escuchar el comentario que de él se hacía.

Así las cosas y los días, don Renán continuaba llegando al estanco de una Guatemala que ya se fue para no volver, con sus calles empedradas y carruajes realeros. Aquella tarde la calle de las Túnchez parecía más animada, los trenes de mulitas con carbón procedentes de Palencia, así como los arrieros hacían más escándalo que de costumbre, pregonando el carbón y las cargas de leña.

En la cantina “La Copa de Oro” el bullicio no se hacía esperar. Una vez más el chirrido de la persiana anunció la llegada de don Renán. Solicitó don Meches, el cantinero, fue hasta la mesa de nuestro personaje para ofrecerle su servicio.
— ¿Qué tal don Renán, cómo lo trata la vida? Saludó el cantinero muy sonriente. Don Renán sin verle a los ojos le respondió:
—Pues como lo ve, don Meches, trabajando duro y dando la vuelta por aquí para relajarme un poco, porque no todo es trabajo en esta vida.
El cantinero, mientras limpiaba la mesa, le respondió: —En eso sí que tiene razón, pero lo veo tan solitario siempre, sin amigos, sin quien lo acompañe en su mesa y por eso mi pregunta: ¿porqué tan solitario y sin compartir? 

—cuando escuchó esto, don Renán lo fulminó con la mirada, respondiendo:

—La verdad es que uno tiene que escoger a sus amigos y no alternar con cualquiera. —El cantinero se sintió mal por la pregunta indiscreta y como para ablandar el momento sugirió:
—Bueno, disculpe una vez más, no volveré a preguntar nada y me dirá que le sirvo.
Ahora don Renán fue el que sonrió sarcásticamente, respondiendo:
—Lo de siempre, don Meches… lo de siempre…
No cabe duda que la pregunta cayó como balde de agua fría y el cantinero se retiró muy cortésmente de la mesa de don Renán simulando una sonrisa.
Al poco tiempo don Renán abandonó la cantina rumbo a la calle, sin despedirse de nadie. En ese momento el cantinero fue llamado por los parroquianos que ocupaban la mesa del carpintero. Fue éste el que preguntó cómo le había ido con don Renán.
—Pues verán, pero a este hombre no se le saca nada; es más, como que se mosqueó cuando quise llegar al meollo del asunto y mejor me quedé callado porque prefiero mantener un cliente que perderlo. 

El carpintero sorbió la copa de licor y chupó un poco de limón para luego concretar:

—A mí se me está afigurando que el tal don Renán hasta puede ser alma de la otra vida. —Hoy sí que me hizo reír, los espantos no chupan, sólo espantan. —acotó el cantinero.
La carcajada fue generalizada en la mesa, todos sacaron chiste de la puntada.
—Bueno, tienen razón, don Renán es como nosotros, de carne y hueso, pero yo hasta no ver no creer como dijo Santo Tomás.
Un hombre bajito de abdomen prominente y gran bigote, se acercó a la mesa y pidiendo disculpas por meterse donde no lo llamaban, habló con aire de conocimiento en la materia:
—Pues verán, yo he leído un mi poquito, soy tan tonto como puedan creer, pero según los entendidos en la materia hay personas que desaparecen porque su cuerpo astral se los permite, es decir, tienen dos cuerpos, el astral y el físico.
Un tanto incrédulo don Mercedes atacó de nuevo al que hacía el comentario:
—Barajéemela más despacio, por favor y cuénteme que esto está mero interesante. —Ahora el hombre bajito y barrigón se sentó sin pedir permiso y principió a explicar el fenómeno:
—Bueno, como les decía, hay personas que tienen esa virtud: es decir, la de tener dos cuerpos: el astral y el físico que todos tenemos, y estas personas, sin quererlo, se manifiestan muchas veces en dos sitios a la vez. A esto los conocedores en la materia le llaman “Bilocación” y otros le llaman “fantasmas vivientes”. Yo creo que en esa fase está don Renán.
Por cuenta de la casa, don Mercedes le sirvió un trago al hombre bajito, mientras comentaba en voz alta:
—Hoy si me la pusieron difícil y créanme que ya me está dando miedito, porque don Renán a veces se queda aquí hasta que cierro el negocio y su mirada profunda y rara lo pone a uno en el avispero.
Alguien gritó desde el fondo que solicitaba bocas para mesa cinco y don Mercedes tuvo que abandonar al grupo. Mientras tanto, uno del grupo comentó que el caso de don Renán era realmente extraño, muy extraño y que era primera vez en su vida que escuchaba un comentario de los espantos vivos. Aquella mesa daba justamente a la punta del mostrador, muy cerca de la barra, desde allí don Mercedes hizo otro comentario como para extender la charla.
—Bueno, pues desde hoy en adelante lo voy a controlar más de cerca porque ustedes ya me pusieron en qué pensar. Imagínense uno hablando con un muerto. ¡Dios me guarde! Es capaz que caigo muerto del susto, pero ya se han dado casos y por eso no hay que creer ni dejar de hacerlo. Y explicado el asunto como lo hace aquí el señor pues hombre, hay mucho de raro en el caso.
El ayudante de don Mercedes mientras limpiaba unos vasos, comentó desde lejos:
—Lo mejor sería seguirlo la próxima vez, regularmente el viernes es cuando se echa sus capirulazos más de la cuenta y se va un poco tarde. Es cuestión que dos valientes se pongan de acuerdo y seguirlo para salir de dudas; eso sí, háganlo ustedes porque lo que soy yo, por baboso.
Invitaron a don Mercedes para formar el dúo que seguiría a don Renán, pero éste con toda educación rechazó la oferta, aduciendo que el negocio lo tenía que atender y más aún tratándose del día viernes, que era cuando más gente llegaba.
Llegó el día viernes esperado, que lamentablemente lucía gris y la lluvia a manera de temporal arreciaba y después continuaba con una llovizna pertinaz. La cantina lucía desierta porque la lluvia había caído durante todo el día. En ese momento entró don Renán, con más borrachera que alegría, un tanto platicador, lo cual era raro en él.

—Qué bueno verle por aquí, don Renán, ya sé, le servimos lo mismo de siempre. —Pero como ya se indicó, don Renán iba dos que tres entre pecho y espalda, respondiendo en el acto con voz aguardentosa:
—Así me gusta don Mercedes, que atienda y que no haga preguntas. ¿Pero qué me cuenta don Mercedes?

—Pues aquí como lo ve, espantando moscas porque con la lluvia se pone silencio, pero así es el negocio.
Mientras la lluvia arreciaba, los otros dos hombres entraron al establecimiento. En tanto don Renán se fue al fondo, a la misma mesita para tomarse solo el trago. Así pasaron dos horas y finalmente el hombre de nuestra historia como pudo se levantó, pagó la cuenta y se retiró.

Fue el momento en que don Mercedes cerró el establecimiento y siguió los pasos de don Renán en compañía de los dos hombres que deseaban salir de dudas en torno al inexplicable caso de don Renán.

El hombre daba la impresión que caería de un momento a otro debido a la gran borrachera que llevaba, los dos hombres le seguían muy de cerca. Don Renán para acortar camino se introdujo por un predio baldío para salir a la otra calle. Los curiosos se quedaron apreciando la escena entre unos matorrales; era imposible perderle de vista ya que ellos lo tenían a pocos metros de distancia.
De pronto fue el carpintero el que asombrado gritó: — ¿Pero qué es lo que veo, Dios mío?
El acompañante por poco y se va de esta vida al ver cómo don Renán desaparecía ante sus ojos.
— ¡Una vez más don Renán ha desaparecido ante la vista de nosotros! —agregó el compañero, más pálido que un muerto. Los hombres se quedaron de una pieza, asombrados ante lo que miraban. A don Renán parecía como que si se lo hubiera tragado la tierra y todo quedó en silencio. Cuando se recuperaron corrieron rumbo a la cantina, que ya estaba cerrada. Llegaron jadeantes y fue el carpintero el primero que habló.

¡Si no lo hubiera visto no lo creo, pero ahora sí estoy seguro que don Renán es alma de la otra vida!
Después de un silencio prolongado donde los tres hombres sólo se miraban las caras, se escuchó que alguien tocaba puerta. Nadie tuvo el valor de abrirla, pero finalmente fue el cantinero quien tomó la iniciativa de hacerlo. El susto fue mayúsculo, así como el grito de espanto que el hombre emitió asustando a sus compañeros.

Cuando se hubo repuesto y ante la insistencia del hombre de tocar la puerta preguntó: — ¡Sos de esta o de la otra, en qué penas andás…! —Mientras tanto don Renán desde afuera les gritó:
¡Qué penas ni que ocho cuartos, con esta ya son tres veces las que socado me voy entre la zanja y quiero un trago porque me estoy muriendo del frío…!
Tomado del libro “Leyendas de vivos, espantos y aparecidos” del autor Héctor Gaitán.
                                               

viernes, 13 de julio de 2012

EL CARRO DE LA MUERTE

El carro de la muerte es una leyenda que no solo aparece en Guatemala, sino en otros muchos países. Se trata de un carro que aparece durante la noche anunciando la muerte de alguna persona. También se dice que aparca enfrente de las casas y se lleva al fallecido.

Uno de los muchos relatos, que se pueden escuchar en Guatemala, sobre el carro de la muerte puede ser muy parecido al siguiente:

Después de un largo y dura día de trabajo en el campo, Mario se dirigía hacia su casa en la ciudad. Estaba anocheciendo y Mario caminaba deprisa para que la noche no se le echara encima. Antes de llegar a su casa escuchó el sonido de un carruaje que se acercaba.

En aquella época era muy normal que por las calles circularan carruajes, pero este sonido era diferente y cierto temor se apoderó de él. Así pues corrió y se escondió detrás de unos árboles que había en un parque. El sonido del carruaje podía escucharse cada vez más cerca, pero daba la impresión de que nunca llegaba, y la espera se hacia interminable.

Por la mañana temprano, Mario se despertó de frío y se dio cuenta que se había quedado dormido en el parque, detrás de un árbol. Fue entonces cuando recordó lo que había ocurrido la noche anterior, y le pareció absurdo temer a un carruaje y actuar tal y como él lo había hecho. Se levantó y se dirigió a su casa.

Según pasaban los días Mario era incapaz de quitarse este incidente de su cabeza, así que decidió contarle a un amigo todo lo ocurrido. Lo que su amigo le contó no le tranquilizó en absoluto. Le contó que dicen que por las noches se puede oír pasar un carruaje a toda velocidad que trae y lleva a la gente que se muere, y es conocido como “El carruaje de la muerte”. Le dijo también que probablemente era invención de la gente y que no debería hacerle mucho caso.

Como su amigo vio a Mario bastante intranquilo, los dos amigos decidieron esperar el paso del carruaje y confirmar si los rumores son ciertos, y si de verdad existe ese carruaje. Mario no estaba muy convencido de hacer esto, pero como estaba acompañado por su amigo decidió que podría ser buena idea.

Así pues se reunieron en el parque cuando el día estaba dejando paso a la noche. En un momento en que estaban hablando de cosas sin importancia, comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje.

 Mario comentó que sin duda se trataba del mismo carruaje y a su amigo le entró un escalofrío por el cuerpo que no podía explicar. Poco a poco pudieron ver más claro el carruaje.
Se trataba de un carruaje negro, tirado por caballos negros y con un conductor vestido completamente de negro. Parecía como si el tiempo se hubiera ralentizado, y el carruaje tardaba en llegar hasta donde ellos se encontraban. Pero lo cierto es que el carruaje se dirigía hacia ellos y estaba aminorando el paso. Cuando estaba situado justo enfrente de ellos, el conductor les miró fijamente y los dos amigos se desmayaron. Estos se despertaron de frío a la mañana siguiente.

Desde entonces, tanto Mario como su amigo, se esconden donde pueden cada vez que escuchan el sonido de un carruaje, sobre todo por las noches.
 


viernes, 6 de julio de 2012

TAXISCO


Taxisco, ubicado en Santa Rosa es una gran opción para visitar y conocer pues cuenta con una gran variedad de tradiciones y representa gran parte de la cultura guatemalteca. Lugar en donde se fabrica el mejor que y la mejor crema a nivel Nacional e Internacional. Asimismo es conocido por sus Quesadillas (de arroz y mantequilla), etc.
Cuenta con varias fiestas como la Feria titular de Taxisco celebrada el 15 de enero en honor al Señor de Esquipulas o Cristo Negro de Esquipulas con serenatas y gran cantidad de visitas. Es costumbre que en esta feria se elija a la Reina de Taxisco; al culminar esta actividad sigue el tradicional Baile Social de Taxisco, en el Salón Municipal.
El Templo del Señor de Esquipulas (una antigüedad del lugar) se encuentra ubicado en el centro del pueblo, en donde encontramos al Cristo Negro, a quien le apareció dibujado el Divino Rostro en el estómago. Cuentan los pobladores que el Dr. Juan José Arévalo (quien fué presidente de Guatemala) dudoso de este suceso, ordenó a unos especialistas para que trataran de borrar este dibujo con cierto líquido especial, pero a pesar de sus esfuerzos no lo consiguieron. También cuentan que tiempo después, unos pobladores de Guazacapán (Santa Rosa) llegaron a prender fuego a los Santos de la Iglesia , pero fue el Cristo Negro de Taxisco el único santo que no se quemó y salió intacto, siendo su cabello lo único con marcas de quemaduras.
El 29 de Septiembre es la fiesta en honor a San Juan, cuando se puede observar el “baile de Moros” en todo el pueblo acompañados de la marimba. También se acostumbra a tocar la marimba a la orilla del Río Seco, como lo conocen los pobladores. El 1 de Noviembre, el cementerio es bastante visitado tanto por los pobladores del lugar como los de otros departamentos del país; acostumbran a pintar las tumbas, llevan marimbas, etc.

jueves, 31 de mayo de 2012

EL CADEJO


Se trata de un perro enorme de color negro y ojos rojos que protege a los hombres cuando llegan a altas horas de la noche,

El cadejo eterno protector de los borrachos, como protector acompaña al hombre que trasnocha hasta su casa lo hace muchas veces desde las sombras y sin dejarse ver, normalmente se siente como un presencia que no puedes localizar. Su finalidad es defender al borracho o trasnochador .

miércoles, 23 de mayo de 2012

Las Leyendas Del Origen Del Lago De Atitlán


Los orígenes del Lago de Atitlán son de hace mucho tiempo cuando los cakchiqueles dieron muerte a saetazos a Tolgom: se marcharon más allá del lugar de Qakbatzulú y arrojaron a la laguna los pedazos de Tolgom. Desde entonces es famosa la punta del cerro del lanzamiento de Tolgom. Enseguida dijeron: Vamos adentro de la laguna. Pasaron ordenadamente y sintieron todos mucho miedo cuando se agitó la superficie del agua.




De allá se dirigieron a los lugares llamados Panpatí y Payán Chocol, practicando sus artes de hechicería. Allí encontraron nueve zapotes en el lugar de Chitulul. A continuación comenzaron a cruzar el lago todos los guerreros yendo por último Gagavitz y su hermana llamada Chetehauh. Hicieron alto y construyeron sus casas en la punta llamada actualmente Qabouil Abah. Enseguida se marchó Gagavitz; fue realmente terrible cuando lo vieron arrojarse al agua y convertirse en la serpiente emplumada. 

Al instante se obscurecieron las aguas, luego se levantó un viento norte y se formó un remolino en el agua que acabó de agitar la superficie del lago.

Los poblados mencionados han de haber estado en la parte noroeste del lago, mientras que lo siguiente pudo haber sucedido cercano al actual Santiago Atitlán:  Allí deseaban quedarse las siete tribus, querían ver la ruina del poder de los zutujiles. Cuando aquellos bajaron a la orilla del agua y se detuvieron allí, les dijeron a los descendientes de los Atziquinahay: Acaba de agitarse la superficie de nuestra laguna, nuestro mar ¡oh hermano nuestro! Que sea para ti la mitad del lago y para ti una parte de sus frutos, los patos, los cangrejos, los pescados, les dijeron. Y después de consultar entre sí, contestaron: Está bien, hermano. La mitad de la laguna es tuya, tuya será la mitad de los frutos, los patos, cangrejos y pescados, la mitad de las espadañas y las cañas verdes. Y así también juntará la gente todo lo que mate entre las espadañas.

Así respondió el Atziquinahay. De esta manera fue hecha la división del lago, según contaban nuestros abuelos. Y así fue también como nuestros hermanos y parientes se quedaron con los zutujiles.
Pero nosotros no aceptamos la invitación para quedarnos. Nuestros primeros padres y abuelos, Gagavitz y Zactecauh se fueron y pasaron adelante entre las tinieblas de la noche. 

Cuando hicieron todo esto no había brillado la aurora todavía, según contaban, pero poco después les alumbró. Luego llegaron al lugar de Pulchich, de donde partieron en grupos.