Cuenta la leyenda que hace varios cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona Atlántica de nuestro país.
Entre la tribu, había un guerrero malo y cruel al que todos en la tribu temían y respetaban, su nombre era Batsu.
Un día, llegó la edad necesaria en la que Batsu debería buscar esposa y entre todas las indígenas de la tribu, escogió a Jilgue, una hermosa y delicada joven a la que le encantaba pasear por el bosque cantando como un pajarito.
A Jilgue no le gustaba para nada lo malo y despiadado que era Batsu y cuando ella se enteró de las intenciones de Batsu, decidió huir y corrió a esconderse en el bosque.
Batsu, como era de esperarse, estalló en cólera cuando se enteró que la hermosa joven había preferido huir y mandó a varios de sus guerreros a buscarla en el bosque. Los guerreros se adentraron en el bosque y al poco tiempo escucharon el canto de Jilgue. Fueron acercándose cada vez más al sitio de dónde Jilgue se escuchaba cantando pero cada vez que ellos se acercaban Jilgue lograba escapar.
Batsu enfadado, decidió mandar a quemar el bosque para presionar a Jilgue y aceptara casarse con él. Las llamas empezaron a levantarse y el fuego empezó a consumir el bosque, Batsu entonces, quiso darle una oportunidad y le gritó a Jilgue que saliera del bosque para poder salvarse.
Para su sorpresa, Jilgue le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron, entre las llamas, como Jilgue cayó al suelo y agonizó. Pero en ese preciso instante, un pajarito color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro común y corriente, era la voz de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras.
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